martes, agosto 07, 2007

-Sí - dijo - sí, es que Ana de Austria es mi verdadera reina; a una palabra de ella traicionaría a mi país, traicionaría a mi rey, traicionaría a mi Dios. Ella me pidió no enviar a los protestantes de La Rochelle la ayuda que yo les había prometido, y no lo he hecho. Faltaba así a mi palabra, ¡pero no importa! Obedecía a su deseo. ¿No he sido suficientemente pagado por mi obediencia? Porque a esa obediencia debo precisamente su retrato.

D'Artagnan admiró de qué hilos frágiles y desconocidos están a veces suspendidos los destinos de un pueblo y la vida de los hombres.
Los tres mosqueteros, Alejandro Dumas (padre).

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